Sobre la libertad

(Escrito originalmente el 9 de junio de 2009) Si bien la libertad como concepto ha sido desarrollado durante siglos, es interesante ver cómo está presente, de forma implícita, en prácticamente todo.

El fin de semana pasado, con este tema en mente, me dediqué a revisar algunos textos que estudié durante la universidad, en concreto, los clásicos sobre teoría del Estado, es decir, a Hobbes, Rousseau y a Montesquieu. Textos en los que encontré elementos interesantes que me hicieron abordar la libertad desde otra perspectiva. 

Los autores antes mencionados parten de la visión del ser humano desde su “estado natural” en contraposición con la idea judeo/cristiana de que el ser humano llegó a la tierra habiendo recibido de Dios inteligencia y el conocimiento de sus preceptos, negando con esto la existencia del “estado natural”, es decir,  con elementos característicos del “homo sapiens”. A muy grandes rasgos, Hobbes habla de la necesidad de crear un Estado o “Leviatán” con el propósito de controlar la naturaleza salvaje del hombre. De ahí que vea al  “hombre como el lobo del hombre”. Rousseau lo ve como un ser con pasiones y necesidades (con sentimientos). Montesquieu habla de un ser débil que debe ser sujeto de las leyes.

En lo personal, creo que el ser humano en su “estado natural” contaba con libertad prácticamente absoluta, limitada únicamente por el hambre, lo cual los condicionaba a actuar para saciar esa necesidad vital. Entonces el Estado y las leyes surgen para limitar la libertad del hombre para poder cohabitar con otros dentro de una sociedad. De aquí que toda imposición ejercida por un sea mal recibida por la ciudadanía en general (ya que se atenta contra su “estado natural”), a reserva de que ese gobierno demuestre el beneficio colectivo palpable para la población.  

Hoy existen varios factores que limitan nuestra libertad. Amartya Sen habla del mercado, de los derechos humanos, la pobreza, la educación, etc. Yo incluiría a la ciencia, las iglesias, la moral, el gobierno,  la ética y la sociedad. Pero de la misma forma que en  “el contrato social” todos los habitantes nos sujetamos de forma voluntaria a ciertos parámetros en pro de una convivencia social con cierta armonía, limitamos nuestra libertad bajo una lógica utilitarista en pro de un beneficio personal que puede ser la seguridad, el reconocimiento de la propiedad privada, el orden, etc. Sin embargo, cuando esa utilidad deja de serlo, entonces surgen los movimientos de protesta, las revoluciones o las imposiciones.

A fin de cuentas, la responsabilidad de dejarse sujetar, es decir, pasar de ser un ser humano en “estado natural” tal como se plantea aquí,  a ser un Sujeto, recae en los miembros que integramos las sociedades. Como diría Étienne de La Boétie, se trata de una “servidumbre voluntaria”, porque por más que se viva en un gobierno democrático, autoritario o totalitario, a fin de cuentas, los recursos punitivos de los gobiernos son limitados con respecto a la verdadera capacidad de reacción por parte de la sociedad.


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