(Escrito originalmente el 1 de mayo de 2011) Siempre que tenemos alguna duda acerca del significado de una palabra recurrimos a un diccionario o a alguna página de Internet. La respuesta que obtenemos ahí es suficiente cuando lo que buscamos no está vinculado a un sentimiento. En ese caso, seguramente obtendríamos algo incompleto. De ahí se desprende una de las cualidades, si es que se le puede llamar así, de la poesía o las interpretaciones que hacen muchos escritores o artistas de algunas palabras como el amor, el odio, la ansiedad, la ira, etc.
A qué voy con esto, cuando tenemos alguna conversación de forma escrita o telefónica no percibimos el cincuenta por ciento de la información debido a que no podemos ver los gestos y movimientos de nuestro interlocutor, lo cual, de entrada, genera un vacío importante en la comunicación.
Lo que he dicho hasta ahora no es nada nuevo, sin embargo, existe otro factor que hace que la comunicación telefónica o escrita sea incompleta. Es decir, qué entiende nuestro interlocutor por lo que nos está diciendo frente a qué entendemos nosotros por lo mismo.
En suma, cuando están involucrados los sentimientos las personas entendemos en determinadas palabras significados distintos. Pero ¿por qué pasa esto? Desde mi punto de vista, se debe a varios factores, en primer lugar, a un entorno socio cultural a través del cual valorizamos de diferente forma las palabras, un claro ejemplo de esto es la expresión o interpretación de un “te amo”. Muchas personas utilizan estas dos palabras como moneda de cambio, mientras que para otras significa una cuestión sumamente profunda.
Otro factor fundamental es la forma en la que otorgamos un valor a las palabras. En este sentido, si y les otorgáramos una calificación del 1 al 10 de acuerdo a la importancia que representan para nosotros y comparáramos esa calificación con la de nuestro interlocutor, nos daríamos cuenta las diferencias en nuestras valoraciones y expresiones.
Por último, nuestro estado de ánimo influye mucho en la forma en la que interpretamos las cosas. Si estamos felices es más probable que no personalicemos todo, mientras que cuando estamos enojados, solemos percibir las cosas como si fueran agresiones directas.
A fin de cuentas, existen cinco soluciones para resolver el problema aquí planteado: la primera, es no darles ninguna interpretación afectiva a las palabras. La segunda, sería evitar las conversaciones escritas o telefónicas. La tercera, tendría como base la pregunta ¿para ti qué significa lo que estás diciendo? La cuarta, es no tratar de entender el significado real de las cosas, y, por último, continuar haciendo lo que hacemos hoy en día, que es recibir la información que y darle el significado que corresponda con lo que queremos escuchar.


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